Hace algún tiempo mi hijo empezó a aficionarse por un juego de video sobre futbol. Como yo soy aficionado a un solo equipo, realmente en la casa no se hablaba mucho del tema futbolísticamente más allá de lo relacionado al equipo de mis simpatías.
Entonces, su afición a ese juego provocó que mi hijo empezara a conocer otros equipos y otros jugadores, al punto de empezarlos a reunir a todos en su plantilla.
Desfile de estrellas
¿Podrías imaginar a Zidane compartiendo vestuario con Mbappé, Haaland, Modric, Messi, Cristiano, Cruyff, Pelé, Maradona, Kroos, Di María, Sergio Ramos, Ronaldo, Benzema, Di Steffano, Vinicius y otros más? Pues mi hijo si lo logró.
Aparte de lo improbable en la vida real, también saltó mi vena de entrenador de liderazgo y empecé a pensar en cómo gestionar a un equipo así. ¿Qué clase de liderazgo debería tener un Míster o un entrenador con un plantel de estrellas en un mismo camerino?
La gestión normal
Las organizaciones no escapan a un dilema de ese tipo. Se hacen todo tipo de malabares para atraer el mejor talento, los mejores en su área, las estrellas más destacadas, quitándoselas incluso a la competencia, para terminar llevándoles al terreno del “aquí se hacen las cosas así porque yo mando” o al aquel otro sector al lado, el de “siempre hemos hecho las cosas así”.
Exacto. En pleno siglo XXI aún encontramos personas en posiciones de mando que piensan que todo sucede por ellos y que sin ellos nada sucede. Gestionan una cultura de microgerencia donde todo tiene que pasar por ellos, simplemente porque necesitan sentir que están al mando. Su día a día es mediante el miedo, la coacción y el actuar al estilo de Procusto, ajustando a las persona a sus patrones establecidos de previo.
Imagina tener en tu equipo a las estrellas más rutilantes del horizonte y no permitirles trabajar y desarrollar sus fortalezas. Bien, es lo que sucede en muchas organizaciones.
Mejor te haces a un lado
En un párrafo escondido en el libro “La inteligencia emocional en la empresa” de Daniel Goleman, hay una pequeña muestra de la importancia de gestionar un equipo haciéndose a un lado, dejando que las estrellas lo sean y brillen con su conocimiento y bien hacer del trabajo.
Goleman afirma que cuando un líder actúa como ‘cerebro’ del equipo –el que piensa por los demás o el que cree que sabe más-, desincentiva la participación del resto del equipo. Cuando en un momento de decisión o búsqueda de consenso, el líder o jefe emite una opinión muy pronto, el grupo genera menos ideas y, por lo tanto, se toman decisiones más deficientes. Si, por el contrario, la persona a cargo del equipo se contiene y permite un adecuado intercambio de opiniones y puntos de vista –emitiendo el suyo hasta el final-, los equipos logran mejores resultados.
Básicamente, lideran mejor cuando no están liderando
El entorno económico, social y político de la actualidad exige líderes que sean ágiles, gestores de ambientes de crecimiento y desarrollo profesional y, además, facilitadores de sus equipos. Aquellas organizaciones que les sigan permitiendo a sus supervisores y jefes estorbar a sus equipos, lentamente se irán quedando rezagadas en la carrera comercial y empresarial.
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